La vida y el vino

Desde siempre he considerado la vida como un regalo, quizás porque dicen que al nacer estuve mas cerca que nunca de morir. En el recorrido de la vida me he encontrado con un sinfín de personalidades únicas e irrepetibles, tantas historias de vida que a penas alcanzo a recordar tan solo un puñado de ellas. Pero de las personas que recuerdo, en especial vienen a mi memoria aquellas con las que tuve el privilegio compartir momentos de trabajo y momentos de regocijo.

De los momentos de regocijo, de vez en cuando, fueron tardeadas o veladas acompañadas por una o varias botellas de vino, generalmente tinto, que pasó de ser una mera curiosidad a un deleite sosegado.

Más allá de las evidentes diferencias de precios, poco a poco fui reconociendo los sutiles sabores y texturas de cada tipo de vino, de cada cepa y de cada añada. Fue un tema que me envolvió lentamente, como el abrazo de una amistad sincera que con los años se reafirmó en los momentos de dicha.

El cariño por el vino, no es por la euforia que desató, sino esa liga hacia momentos y lugares únicos en mi vida, en dónde se cruzaron sueños y esperanzas, risas y bromas de la familia y los amigos. Momentos que no se repetirán jamás, pero que estoy feliz por haber vivido, es como la vida, simplemente un regalo maravilloso.

El mundo del vino es simple y sofisticado a la vez, como cualquier mercancía del mundo tiene un proceso de producción y mercadeo, existe en una gran diversidad de tipos y en múltiples regiones, pero es sofisticado porque no es un proceso cien por ciento repetible. Independientemente del tema del terroir, cada bodega crea un producto único en cada cosecha, en cada mezcla de cepas, en cada región. Es una industria diferente porque es susceptible a múltiples factores que inciden en la calidad del producto: plagas, condiciones climáticas, condiciones específicas de alcalinidad en los terrenos, proceso de vinificación e incluso del enólogo en turno.

Un vino puede ser tan único como puede ser una persona, tiene una historia propia y el resultado puede ser totalmente sorprendente.

Yo le invito a usted, amable lector a que reflexione, la próxima vez que descorche un vino y lo comparta con su familia, compañeros y amigos, a que piense que es un momento único. Piense en sus circunstancias personales y en las de sus comensales, en el momento de su vida específico que disfruta, sus deseos, sus planes y sus sueños, sus tristezas y alegrías, sus retos y esperanzas. Y que cuando sostenga la copa para brindar, mire a su alrededor y asimile el hecho de que tal y como son las circunstancias de tiempo y espacio, eso momento es único.

El propósito de este espacio es escribir algunas cosas sobre este amable compañero en esos momentos, y de todo lo que existe alrededor de este producto cuya nobleza no reside exactamente en el caldo que bebe en sí, sino en la interpretación personal que usted le da, al disfrutar su sabor.

En horabuena, que siempre encuentre motivos felices para celebrar, para descorchar una botella de vino tinto, blanco, espumoso, sencillo o costoso, pero que sea una alegría para usted y los que lo rodean.

Me encantará usar este espacio como un área de intercambio de ideas alrededor del vino, yo espero que le interesen los temas y estoy ansioso por leer sus comentarios.

Por lo pronto, salúd por todo lo bueno de la vida y del vino.

Dr. Salsa.

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